Marruecos está superando con éxito un desafío audaz : hacer de su fachada mediterránea una zona de progreso y modernidad. La zona Oriental y el Norte, gracias a una inversión pública masiva en unos proyectos estructurantes que han permitido atraer inversiones privadas que rozan un nivel inigualado, están a punto de emerger como polos de crecimiento económico y de progreso social. Nuestros vecinos, al este como al Norte, se lo han tomado muy mal. Al Este es la reacción habitual contra el gran hermano. El cierre de la frontera al no alcanzar ninguno de los objetivos reales, ver la zona oriental explotar y exponer su éxito a las regiones fronterizas atiza los rencores atávicos de las élites gobernantes. Más sorprendente es la reacción de nuestros vecinos del Norte. Los sectores anti marroquíes no ven en las realizaciones marroquíes más que una voluntad de asfixiar las dos ciudades de Ceuta y melilla. Rumores insistentes apuntan hacia la existencia de maniobras, y, por añadidura, actividades de servicios secretos que crean una especie de tensión tan incomprensible como facticia. Sin embargo, si la razón hubiera prevalecido, nuestros dos vecinos habrían debido de estar en disposiciones diametralmente opuestas a las de hoy. La crisis actual impone un redespliegue de empresas del Norte del Mediterráneo hacia el Sur, lo que sería una excelente noticia disponer, a 14 km, de una infraestructura avanzada y de un entorno propicio. Al Este, una verdadera cooperación no puede ser más que una iniciativa para la emergencia de una verdadera economía liberal con un verdadero sector privado. Marruecos permanece sereno porque su proyecto nacional de desarrollo y de democracia es asumido por el conjunto de la población y porque está inscrito en la historia. Bajo el punto de vista de Rabat, este proyecto debe ser reforzado por una cooperación regional, y despojado de atavismos, en provecho de todos los pueblos de la región. Marruecos sabe que la economía, la historia y la geografía terminarán por imponer semejante visión de relaciones alrededor del Mediterráneo. Quedando a la espera, Marruecos lleva su proyecto a buen ritmo. Y si nuestros vecinos no están contentos, pueden siempre beber el agua del Mare Nostrum. Tiene virtudes purificadoras. Ahmed Charaï, “Voisinages” in: L'observateur, n°84, du 25 juin au 1er juillet 2010, pág.3. (Traducido del francés)